viernes, 15 de julio de 2016

Diario D - Relato corto dedicado a la gente con depresión y ansiedad


Diario D. 10/06/2016
Urgencias. Madrugada. Colapsado. Estoy en una de las salas donde esperan los pacientes después del triaje. Todos colocaditos con las caritas llenas de dolor y tristeza esperando como si fuésemos una colección de zapatos viejos y rotos con posibilidad de remiendo. Enfermos en procesión de camilla y silla hasta por los pasillos. Tres reclamaciones en hora y media; un celador está de acuerdo con la última, añade que a lo mejor en una de estas les cambian las camillas que usan desde antes de la guerra y así dejan los pacientes de lastimarse y ellos puedan trabajar en condiciones. Iluso. El timbre de megafonía que suena antes de llamar por alguien del personal o por un familiar es digno de las mejores ofertas de vuestro supermercado favorito. De locos.
Justo de frente a donde me han colocado veo a una señora en medio del pasillo tumbada en una camilla, es muy mayor, seguramente más de ochenta. Sus ojos son como dos vidrios opacos y el poco cabello que le queda es completamente blanco. Extrema palidez y delgadez, como si el esqueleto estuviese luchando para romper la ajada piel y salir afuera y gritar todo lo que está contenido en ese cuerpo. Se agita y no para de decir palabras, pero es imposible entenderlas. Respira de forma irregular. Una bolsa de orina llena de sangre y coágulos cuelga por un lado. Me da asco su acompañante, un hombre de unos cuarenta años, con un brazo apoyado en la balda parece demasiado ocupado mirando el teléfono móvil y escribiendo de espaldas a ella con una sonrisa de medio lado. La señora, en un último acto de rebeldía contra el mundo de un movimiento rápido y tenso se arranca la vía que tenía puesta en el brazo que queda en su mano, goteando; entonces deja de hablar y de moverse. Uno de los testigos de la escena se acerca al control de enfermería a comunicarlo, pasará un rato antes de que se la lleven, el cabrón del teléfono sigue el movimiento pero ni siquiera levanta la cabeza. Hay otro gran revuelo en la sala y termina apareciendo el personal de seguridad.
Lo único que quiero es salir de aquí, pero tengo mucho dolor, estoy muy mareado y apenas tengo fuerzas salvo para abrir y cerrar los ojos.
Echo de menos trabajar en el hospital. Se me hace raro ser yo el enfermo. Entiendo perfectamente los dos lados. Broma absurda. Me da lástima admitir que cada uno solo está pensando en salvar y sacar su culo de aquí y buena suerte a los demás. Me da pena la señora.

Diario D. 2X/XX/2016
Mejor de salud.
Casi nadie lo sabe, pero mi película favorita es Blade Runner, no exageraría si dijese que tal vez la haya visto cerca de100 veces.
Siempre he llegado a una conclusión muy particular sobre la escena final:
En medio de una lluvia torrencial, Roy Batty, el replicante, después de haber dado una paliza de muerte a Deckard, le salva la vida y pronuncia el famoso monólogo que comienza con el ‘Yo he visto cosas que vosotros no creeríais’ para finalmente morir.
Batty, entiende mejor que cualquier ser humano la impotencia ante una muerte con el tiempo medido, el volver a la nada, su ego disolviéndose y perdiéndose para siempre como las famosas ‘lágrimas en la lluvia’. Al ser incapaz de llorar, transforma esas lágrimas en el discurso de su propio funeral y tal vez salve la vida de Deckard como una forma de respeto hacia el tiempo y la vida que a el ya no le queda para obtener respuestas.
Como esto es un diario y va de confesiones o desahogarse, no puedo más que sentir pura envidia. Me explico: Nadie y absolutamente nadie quiere morir. El terror a la muerte está grabado a fuego en nuestros genes. Nuestra mente inmortal sabe que nuestro cuerpo se apaga y no podemos hacer nada. Pero si me ofreciesen haber llevado esa vida de experiencias extraordinarias como ‘ver Rayos-C brillar en la oscuridad más allá de la puerta de Tannhäuser’ a cambio de que mi vida dependiese de una batería no recargable, firmaba ahora mismo. Él no tenía miedo a vivir, al revés que la mayoría de las personas. Ni la saudade que tenemos los gallegos, ni tenía que tomar pastillas que le hiciesen de muletas para poder llegar al final de cada día.
Pero no siempre fue así. Pero no siempre fui así. Utilizamos el silencio como arma para aparentar que todo está bien. Nuestros pensamientos pretenden traicionarnos de forma constante, pero por algún motivo conseguimos mantener el control.

Diario D 29/06/2016

Despierto de madrugada, de repente, como aquella noche en la que tan solo era un crío. Abro los ojos y siento que algo terrible va a suceder, tengo mucho miedo pero no me puedo mover ni consigo decir palabra, la luz del pasillo que entra por el hueco de la puerta casi cerrada del todo, lejos de ser la guía que me llevaba a un sueño apacible se ha convertido en un golpe que me quita el aire, la sensación de agobio es tan grande que soy capaz de notar hasta la última fibra de mi cuerpo. Es tan grande el peso que me oprime que siento como si la cama se fuera a romper en mil pedazos y yo a incrustarme en el suelo. No recuerdo nada más de esa noche ni jamás hablé sobre ello.
¿Soportaríais ver la imagen que veo yo en el espejo cada mañana desde entonces?, sentir esos dos arañazos frescos bajo los ojos por donde se derraman mis ganas de forma interminable, invisibles pero totalmente reales, como sentir el viento en tu cara, pero un viento que no alivia ni refresca, un viento que quita el aire y trae pena.
Así fue mi despertar a una nueva realidad. Fui desconectado de Mátrix o como prefiráis llamarlo. ¿Fue una bendición esta enfermedad?  Si de alguna forma renací, pude sentir el dolor de ese parto. Tan solo el paso de los años me revelaría la causa de este don de malditos. Era algo terrible que venía enmascarado de profunda tristeza. Pero no lo era. Todos ocultamos y callamos cosas. Hacer por olvidar para poder sobrevivir. Intentar mantener el control. Todo termina siendo tan subjetivo que tenemos que buscar un propósito más grande para no perder la cabeza.

Diario D 11/07/2016

Paseo por la arena de alguna playa con las aguas en calma. Noto que hay algo brillante en las arenas cerca de mí; encuentro un reloj de muñeca dorado con unas correas de cuero negras algo gastadas; no tiene manecillas ni agujas y el cristal no tiene ni una sola grieta. Noto su pulso sobre mi mano y entre mis dedos. Para mi sorpresa se desprende de mí y se aguanta en el aire colgado de un hilo de luz que llega hasta el infinito. Al final esa luz delgada gana en intensidad y volumen y se termina convirtiendo en un árbol muy alto y de tronco anormalmente fino. El reloj ha desaparecido, así como el resto de la gente que se encontraba a mí alrededor mirando atónita. El árbol emite un fulgor dorado y cegador, todo se vuelve blanco y desaparece. Desaparezco. Me despierto. Por un instante creí recordar una melodía, pero solo queda silencio.
Este es uno de los sueños recurrentes que siempre tenía mi padre. No puedo pensar más que cuando uno va llegando al tramo final del viaje, ya sea de ida o de vuelta, uno solo piensa en llegar a casa. Nada nos hace sentir más en casa que evocar recuerdos de días especialmente felices, tanto gente como lugares que se juntan para crear ese lugar que será nuestra última parada. Toda una vida convertida en una imagen perfecta, en un instante para la eternidad, porque al fin y al cabo la eternidad es solo ese instante en el que te sientes en casa.

Diario D 12/07/16

Recaída.
Disnea, sensación de mareo, presión grande en la cabeza y muchas ganas de llorar.
Realidad: hace años que no sé cómo se llora.
Recuerdo de la adolescencia: tenía una amiga que siempre que me daba un abrazo echaba a llorar, yo no lo entendía, ella siempre me decía que como sentía que yo no podía hacerlo, lo hacía ella por mí. Nunca supe que decirle, ni alivio, veía que estaba jodiendo de alguna forma a una persona que apreciaba –prefiero no evocar más.
Motivo: Creo que el sol no sale casi nunca en esta ciudad porque el pozo negro que llevo dentro lo cubre todo.
Inquietud: pensar que lo que el resto del mundo no puede sentir, la ciudad lo padece y es como si tratara de advertir de la siguiente forma: sus calles vacías y mal cuidadas, suelos rotos llenos de grietas e inmundicias, muros llenos de pintadas reivindicando cosas que jamás sucederán, una ría totalmente contaminada, edificios viejos que van regalando cascotes mientras las ratas y las cucarachas bailan entre ellos, el llanto de animales abandonados, dos astilleros que no son más que fango y chatarra habitados por las sombras de los miles que se fueron. Veo a las palomas matarse por los restos que deja la gente en las terrazas de los cafés, como si estas se hubiesen convertido en los actores de un teatro donde se representa el comportamiento humano. Todo aderezado por un fugaz sol de castigo o lluvias que compiten por ver que cruce se inunda antes.
Cuando paseo me doy cuenta que soy uno más en medio de todo este veneno de gente. Un pulso más de sangre gris de una arteria rota. Una corriente de actores con máscara, salpicados de sangre y mierda con algún propósito.
¿Por qué parecéis felices? ¿Lo sois? ¿Solo pensáis en lo que es estrictamente necesario para vivir? ¿Cómo podéis alimentaros de algo tan anodino?
Ojalá pudiera estallar dando un grito tan horrible que os causase tanto dolor que os abriera los ojos para siempre. ¡Cómo me gustaría poder regalaros toda la ira que llevo dentro! ¡Me encantaría veros arder hasta que no quedase nada y solo reinase el silencio más absoluto!
Dos días sin tomar las pastillas. Navegando en el paroxismo de la ira.
Estaré mejor y volveré a recuperar el control.

Diario D 15/07/16

Creo que si el sentido real de la vida no nos ha sido revelado es porque realmente no estamos preparados para ello. Sí, cuando uno tiene depresión y ansiedad ha pensado mucho en estas cosas, no solo en que se va a morir todo el rato. Hasta del día de agonía más grande pueden salir cosas brillantes, tal vez incluso sea el momento en el que más brillamos; tras pasar el trago amargo se abren puertas cada vez más grandes. Luchamos.  Somos productivos, tenemos un calendario con sueños y objetivos que vamos cumpliendo desde nuestra perspectiva particular. Porque os garantizo que la percepción sobre lo que nos rodea cambia y nos cambia a un ritmo mayor que a otras personas. También es cierto que he conocido a gente que se ha rendido hasta marchitarse de todo, pero de momento, este no es mi caso. Por mucho daño que me haga, tengo la bestia de la ira controlada. No he perdido lo más importante aún: la inmensa capacidad de amar todas esas cosas que me encantan de la vida y mi tenacidad por ver todas mis preguntas resueltas.
Está claro que la vida es algún tipo de regalo dado que ninguno de nosotros ha pedido nacer; al ser algo tan común no nos damos cuenta de la inmensa suerte que hemos tenido, somos nosotros los que estamos aquí ahora mismo, por suerte o para desgracia (no hay dos vidas iguales), aunque lo que es bueno y malo sea totalmente subjetivo, frente a los que nunca saldrán de la nada absoluta, a la que un día volveremos. Nosotros, si, de entre miles de millones que podrían haber sido.
Como posiblemente esta sea la última entrada de este diario en mucho tiempo, os voy a regalar mi visión de la vida, no para que os guste, disguste o se entre a debate, simplemente me apetece que quede constancia.
¿Nunca habéis escuchado a alguien decir: mi consuelo es que todo esto que me gusta seguirá aquí cuando yo ya no esté, o algo similar?
Yo creo que es precisamente lo contrario, cuando una persona desaparece, deja de ser, muere, todo lo que esta había conocido vuelve a la nada. Un mundo entero desaparece para siempre. Que hay tantos universos y mundos como seres vivos y si queda algo de nosotros es porque otro ser ha decidido incluirnos en el suyo. Lo mismo es aplicable a nuestro planeta, que también está vivo, cuando muera, absolutamente todo y todos desapareceremos.
Pienso que entre todos los seres vivos y por nuestros actos mantenemos algún tipo de equilibrio que contribuye a la continuidad de este milagro para que tal vez algún día si llegamos a estar preparados la respuesta a la gran pregunta nos pueda ser revelada.
Tal vez para mi esa sea la única respuesta a por qué es necesario vivir y a pesar de todo lo que se sufre intentar sacar la mejor. Para crecer y llegar muy alto, dejar nuestra marca en otros mundos, que nuestras raíces puedan crecer libremente y extenderse por la tierra, que sean cimientos sólidos para la continuidad de este equilibrio y para que en este tiempo que se nos ha dado, hacer los otros mundos mucho más grandes y plenos. Hasta el día que estemos preparados. Feliz y larga vida, a pesar de todo lo que no entendamos.

En algún lugar cerca de la costa. Hoy hace sol, pero no castiga a nadie.


David Beceiro Puentes.