domingo, 26 de noviembre de 2017

¿Se ve la tierra diferente desde el espacio ahora que hay luces LED?



      Suena el teléfono. Como siempre, no llego a tiempo. Tres tonos antes de perder la llamada, esta vez me han querido un poco más que de costumbre.

Todo son corrientes. La vida que se mueve y nos rodea por todas partes. La que transporta nuestra sangre por nuestro universo interior y todo a lo que vamos dando forma individualmente y con propósito o en conjunto y a veces sin darnos cuenta. Como ver desde lo alto y lejos una ciudad iluminada de noche. La misma sensación que cuando se abre el telón en el teatro. Pero en esta era más que nunca parece que solo reaccionamos al movimiento de lo que está lejano. Todo se va marchitando a nuestro alrededor mientras vemos a lo lejos como se van apagando las luces y llegan otras nuevas. El tiempo pasa contemplando corrientes y universos infinitos. Nos derramamos hasta la última gota, en contemplativa armonía ajenos a nosotros mismos.

Algunos nos arrancamos los cables de la cabeza, salimos de la monotonía de las imágenes y los interminables bloques de texto que cargan desde todas partes, el borrón que nos cegaba y el ensordecedor ruido que nos tenía bloqueados. Otros serán ahora los que vean la nueva luz, tal vez despierten y dejen de ser espectadores. Sabes que en otros lugares otros resuenan, se unen al baile y fluyen, que suenan diferente, que se enamoran de tu misma melodía. Vuelven a sentir como en sus pulmones entra el aire, que hay alegría en el dolor de la vida.

Y todo se ha vuelto más nítido, sólo o acompañado, entero o arrastrando los pedazos, emprendes el camino más libre de lo que nunca has sido, orgullosamente desafiante danzas frente a la nada que al final a todos nos espera. Porque hemos sido, somos y seremos la espada que atraviesa el corazón de la muerte. Somos un estallido. Estamos vivos. Estamos vivos.



domingo, 15 de octubre de 2017

¿Armonía?


 "El bosque sería un lugar muy triste si solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen" - R. Tagore.

Es una frase profunda y llena de matices, habla de una armonía.

Si dejamos atrás este ejemplo de bosque y subimos mucho más alto, hacia la órbita, estamos siendo partícipes de la representación suprema: El sonido de todas nuestras creaciones y los producidos por la naturaleza, el himno producido por los seres que se puede traducir en expresiones de alegría y júbilo, o simplemente paz y tranquilidad. Todo esto resonando junto a las explosiones materiales, los gritos de dolor y de llanto, el sonido de hueso, carne y vegetal al ser aplastados y devorados, los estertores de muerte y sufrimiento de millones de seres vivos. La furia del mar y las tormentas. El sonido del viento que desde hace siglos arrastra el polvo de nuestros huesos. El concierto del gran ciclo de la existencia, creación y destrucción.

Independientemente de que sea una composición con disonancias usadas de forma magistral, es imposible no preguntarse si en algún lugar existe algún ser que pueda estar disfrutando de ello. De ser así, maldito cabrón, puedes estar seguro de que nuestra mente es igual de grande que tu paciencia o misterio y llegará el día que estemos lo suficientemente cerca como para escuchar tus aplausos o tu silencio. Y si no podemos encontrar esa armonía durante este regalo que es la vida, pues la crearemos, porque esa es nuestra especialidad, nos adaptamos, nos superamos y sobrevivimos. Y hasta cuando queremos somos menos egoístas de lo que pensamos porque como también decía Tagore: Dentro de nuestro universo que nace llevamos todos los demás que han fracasado; aquí no nos olvidamos de nadie.