miércoles, 8 de abril de 2020

Pequeño y libre gorrioncillo


 Me levanto de la cama. tengo que ir a abrir la ventana porque el calor en la habitación es asfixiante. Son, como siempre últimamente, las seis de la mañana, parece que es la nueva hora que ha elegido el día para robarme el sueño. Puedo escuchar a un gorrión cantar muy fuerte, casi parece un trino. Dicen que como tantas otras aves se están extinguiendo. ¿Nos estará dedicando a toda la plaza su canción?. Me pregunto si nos echan de menos o se alegran de que estemos confinados tantos en nuestras casas como zapatos ordenados en sus cajas.

Ahora envidio al pájaro, sus alas lo llevan a donde nadie puede tocarlo. Altivo y poderoso en su rama. Estoy por sacar el afinador a la ventana para saber en que tono está cantando.

Un ave, en un árbol, con todo el mundo abierto hacia el horizonte.

Nosotros, en nuestras casas, en nuestras habitaciones, mirando el mundo a través de las pantallas de ordenador y los teléfonos móviles. Nunca nos habíamos encerrado tanto dentro de nosotros mismos; de manera artificial, sin muchas veces aprovechar para interiorizar realmente sobre nuestros sentimientos y valores de nuestra vida. Estamos dejando pasar la oportunidad de poder sincerarnos con nosotros mismos. Nos lo merecemos y nos hace falta.
Parece que mientras haya comida, agua, y dinero para seguir pagando las facturas podríamos mantener este estado indefinidamente. Esto es, en todo caso, sacarle el peor partido posible a nuestra capacidad de adaptación. A la tierra no le importa que vivamos de mentira. Porque desde luego de verdades no vivimos gracias a los medios de comunicación.

¿Estará la gente meditando sobre todo esto?
¿Habremos llegado al punto de inflexión que tanto necesitábamos superar?

No lo está haciendo por nosotros. Pero ese gorrioncillo libre que nos canta, que nos hace sacar la cabeza de las pantallas y mirar otra vez hacia fuera, recordándonos de verdad donde está el mundo no sabe el favor que nos está haciendo. La naturaleza es generosa.

Y vendrán tiempos nuevos después del confinamiento.
Espero que podamos verlos con ojos diferentes.
Tenemos a ese pequeño pájaro para no olvidarlo.

lunes, 13 de enero de 2020

El Miedo




 Como ya es tradición en este blog, escribo una entrada por año si hay suerte, sitio este del que me acuerdo siempre,pero por el que no paso nunca, salvo para desahogarme (y ya de paso si alguien puede sacar algo productivo, pues que aproveche).


Hay algo pequeño en nuestro interior, como un tumor, pero que se alimenta de nuestros sueños y anhelos. Devora nuestros momentos felices y nuestras ilusiones, se come nuestro paso firme, nuestra voz alta, respira nuestro aire y nos cierra las puertas. Se alimenta a través de nuestros sentidos dejándonos solo el temblor, la debilidad, la apatía, el dolor y la náusea. Hasta a veces se alimenta de nuestra capacidad de desahogarnos y se bebe nuestras lágrimas. Nuestro interior se convierte en un cuarto oscuro a través del cual solo percibimos un sufrimiento ilimitado, la caída sin fin, chocar contra la pared que ya no ves y ser atravesado constantemente por un sentimiento de culpa.

Te mueves a cámara lenta por un mundo que se mueve a cámara rápida. Siempre esa sensación de haberse quedado atrás y solo. Contemplas la belleza de un mundo que no puede ser compartido. Vives sin poder terminar el ciclo.

Cuando te pones la máscara, eres otra persona, aunque va teniendo grietas, te ven más fuerte, más seguro, amable y cercano, algunos, incluso un ejemplo a seguir. Te sorprende como los puedes tener tan engañados y como puedes engañarte tanto a ti mismo. Tal vez no puedan verlo - me termino preguntando.

Y a pesar de todo somos seres que llamamos la atención, porque todos los pedazos que escondemos deben de hacer mucho ruido, que es tan poco lo que tenemos que no nos importa darlo todo hasta quedarnos vacíos o que se escapa toda la música que queda, esa melodía que dice agridulcemente que nos gustaría poder ser libres. Poder huir de ese vacío que además de llevarnos a nosotros amenaza con llevarse todo lo que se acerca.

Pero hay una cosa de la que no os habéis dado cuenta: No sabéis lo fuerte que hay que ser para ponerse la máscara y salir a enfrentarse al mundo.


"La gente no miraría con tanta alegría al sol si supiese toda la sangre que está secando" - Ernest Becker.