lunes, 2 de diciembre de 2013

El secreto.



   ¿Pero es que no sabes llevar las manos dentro de los bolsillos como todo el mundo? ¡Así es normal que estén heladas!. Me dice con cierto retintín.
 Ella toma mis manos heladas con las suyas que están casi hirviendo, como un pocillo de chocolate recién hecho.
Su piel es suave, es una sensación tan agradable que se extiende desde las manos por todo mi cuerpo como cuando el deshielo marca la llegada de la  primavera y el sol que alumbra en el cielo es esa sonrisa gigante que ella me regala a veces en ocasiones como esta y que me llega hasta el alma.

La vida son muchos pequeños momentos, pequeños tesoros y por supuesto, secretos. Aunque ahora ya os imagináis por que llevo siempre las manos fuera de los bolsillos por la calle cuando se que voy a verla. Es un sacrificio que merece la pena aun corriendo el riesgo siempre de parecer un tontiño. Termina la magia de ese instante y tras una buena conversación y una bebida caliente, es hora de despedirse hasta el próximo día y ya de vuelta, con las manos aun calentitas en los bolsillos me pregunto si alguna vez podré disipar esas nubes tristes de su mirada.

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